lunes, 8 de diciembre de 2014

El Problema del Dolor

Cuando recuerdo el sacrificio que hizo Jesús en la cruz por mí, no puedo evitar emocionarme, me conmueve su amor, me conmueve su capacidad de perdonar y reflejar ese perdón en la manifestación de su misericordia en mi vida. Me conmueve ser perdonada...

Quizás cada vez que recordemos a Cristo en la cruz va a ser inevitable que nos conmovamos, pero cuando intentamos imitar  esta misma capacidad asombrosa de perdonar, manifiestada en la misericordia por el otro quien nos provoca dolor, no siempre nos puede resultar una tarea fácil de imitar la esencia de Cristo.

 Cuando somos adultos y recorremos en nuestros pensamientos nuestra historia de vida, y pensamos en aquellas personas que nos causaron dolor, mucho dolor, que no es raro que sean incluso nuestros propios seres queridos, y guardamos hacia ellos una mezcla de amor infinito y dolor. Quienes fueron parte de nuestra formación: padre, madre, hermano, hermanas, etc. ¿Cómo logramos perdonar? ¿Olvidando nuestro dolor considerándolo no importante? ¿Intentando reponernos todas las veces que sea necesario cuando el dolor vuelve?

Desde mi historia creo que Dios quiere que busquemos ser imitadores de Él, dejando aquellas heridas a sus pies, buscando ser sanados del dolor en Él, y en ese proceso Dios nos enseña de su misericordia y amor para que podamos ver al otro como una criatura que al igual que nosotros, puede ser perdonada y amada.

Me acuerdo de un libro que leí hace un par de años atrás de C.S. Lewis que se llama El Problema del Dolor, y en aquel libro Lewis decía que el gran problema del ser humano es que huye del dolor. Cristo vino a tomar ese dolor por ti y por mi, vino acoger nuestra heridas, esto me conmueve, me conmueve su permanencia, su delicadeza y atención frente a nuestro dolor, frente a nuestra debilidad, pudiendo sentirnos recogidos por Dios, todas aquellas veces que nos enfrentemos al problema del dolor en nuestras vidas. Así también es necesario que podamos reflejar esa misma acogida a quiénes nos necesitan, aun cuando aquellas personas pudieron provocar en nosotros heridas.